El asesinato de Lady Gregor by Anthony Wynne

El asesinato de Lady Gregor by Anthony Wynne

autor:Anthony Wynne [Wynne, Anthony]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1931-01-01T00:00:00+00:00


19

Acusación

El doctor Hailey había hecho unas cuantas anotaciones durante el interrogatorio al que Barley había sometido a Oonagh y, a su término, sintió un fuerte impulso de poner algunas objeciones a la teoría de su compañero. Pero verle la cara de triunfo lo convenció para postergar la consecución de ese deseo. Barley ya se había transportado a una esfera de autocomplacencia en la que no podía penetrar la menor duda o crítica. Tenía los ojos entornados, la boca ligeramente abierta y la cabeza ladeada. Permaneció unos minutos en aquel estado de éxtasis antes de volver en sí y peinarse el bigote.

—Nos estamos acercando a la verdad, mi querido doctor —dijo—. Lo noto. —Frunció el entrecejo y negó con la cabeza—. No me resulta nada grato, créame, tener que interrogar de este modo a estas personas encantadoras. Pero que voulez vous? Que voulez vous? Ahora debo ocuparme de Eoghan Gregor. ¡Qué tragedia que sea necesario interrogar a un joven de su posición por el buen nombre de su esposa!

Tocó la campana y se dejó caer en un sillón, como si los remordimientos lo hubieran dejado sin fuerzas.

—He estudiado sus métodos, doctor —afirmó—. Admirables; pero difícilmente aplicables en el presente caso. Como ve, mi método es distinto. Usted va del carácter al suceso; yo sigo una pista y voy improvisando, recurriendo a todo el poder de mi imaginación. Me parece que, en casos en los que el asunto es complicado, usted tiene las de ganar; pero, donde hay claros obstáculos físicos, como estas habitaciones cerradas, yo le saco ventaja. Creo que ya me entiende. La oportunidad pesa más que el carácter cuando una persona tiene la posibilidad de matar y la otra no.

Permaneció en su lánguida postura. Una vez había expuesto su filosofía, suspiró hondo varias veces. Pero, cuando Eoghan entró, se despabiló de inmediato.

—Pase, pase —gritó—. Veamos, usted es el comandante Gregor, ¿no?

—Capitán.

La indolente apostura de Eoghan no lo había abandonado. Miró a Barley y, por un momento, pareció que fuera a escapársele la risa. Después, el aire de melancolía que tan poco le costaba adoptar lo libró de incurrir en aquella falta de respeto.

—Acabo de comentarle al doctor Hailey con cuánta desgana estoy llevando a cabo la presente investigación —se disculpó Barley—. Pero «la necesidad obliga». Permítame decirle que, si le ofende alguna de las preguntas que me veo en el deber de formularle, estará en su derecho de negarse a responderlas.

Acompañó sus palabras de abundantes gestos ampulosos e inclinaciones de cabeza.

El doctor Hailey tomó debida nota de la diferencia entre el método que utilizaba para interrogar a Eoghan y el que había empleado con Oonagh y tuvo que reconocer que los caracteres de marido y mujer lo justificaban plenamente. Eoghan estaría menos en guardia si creía que estaba tratando con un necio; el punto débil de Oonagh era su nerviosismo.

—De acuerdo —dijo Eoghan.

—La pregunta que más me interesa formularle es esta: ¿por qué regresó de Ayrshire tan de repente?

—Porque quería pedirle de dinero a mi padre.

—¿Cómo? ¿Y tenía que venir en lancha para eso?

—Siempre voy a Ayrshire en lancha en esta época del año.



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